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La escalera del Amor

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27 de febrero del 2021

En el año 1981 Héctor Castillo se jubila de YPF vivía con su familia en el Barrio Coar perteneciente a la empresa como se estilaba en esas épocas las viviendas había que entregarlas, así fue que junto a su esposa Luisa Leiva compraron una casa en la Calle Moyano 46 donde la familia se afinco definitivamente.

64 años juntos estuvieron Héctor y Luisa juntos tuvieron 8 hijos después de la partida de él, ella se fue 1 año y 2 meses después. 

El cartel de la entrada esta intacto con la dirección y apellido de la familia, adentro el comedor con un mueble de madera, madera de verdad como los de antes, la mesa con el mantel esa que quedaba chica cuando aparecían todos los pibes del barrio a tomar mate cocido con tortas fritas después de algún “Partidazo” en la cancha improvisada al frente de donde hoy es la terminal luisa nunca le negaba a ningún chico la entrada o comida, siempre había pibes, muchos pibes.

El interior sigue pintado de ese celeste cálido como el corazón de Luisa y Héctor, la mesada, la cocina, las sillas, el sillón, todo está ahí, como una foto, solo faltan ellos.

Héctor tenia perros siempre de la calle, cachuzos, hambreados, el jueves cuando fui a la casa para contar esta historia ese día había muerto “osito” el ultimo de sus animalitos ya viejito tenía 14 años más o menos.

A la derecha de la mesa una puerta que da al patio caminando unos 5 metros uno encuentra una construcción tipo deposito, al principio con una escalera de madera Don Castillo subía para darle comida a  los gatitos, con frio, nieve, calor o lluvia el iba a darle comida a «sus gatitos» aunque no fueran suyos la bondad es así , cuando escuchaban la puerta ya sabían los animalitos quien venia en especial “papitas blancas”  una infaltable.

El paso de los años empezó a pasarle factura a Héctor quien ya tenia 80 años  así que sus hijos cuando construyeron el quincho -dicho sea de paso, todos resaltan  que era un excelente asador- a sabiendas que él le iba seguir dando de comer a sus gatitos,  decidieron construirle una escalera.

6 peldaños un descanso y una baranda si uno mira la construcción no entiende  bien porque termina contra una pared a primera vista parece ilógico pero el afecto es lógico

Esa es la escalera que uso Héctor hasta sus últimos días para darle de comer a sus gatitos, es la ESCALERA del AMOR.

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Cuando me estaba preparando para escribir esta historia vi en el Facebook de PICO TRUNCADO, SU HISTORIA Y SU GENTE la publicación de Fabian Sáenz escribiendo sobre Luisa y Héctor un texto lleno de ternura que me parece importante reproducir.

“Hoy les quiero contar esta historia acerca de mis abuelos “postizos” Héctor y Luisa Castillo!! ¡¡Que a mis primeros 8/9 años me recibieron en su casa integrándome al gran clan familiar!! En una época difícil de mi vida ellos me abrieron las puertas de su hogar por un tiempo…y no se imaginan ese acto de amor el impacto que produjo en mi vida. El abuelo Castillo, proveniente de Ingeniero Jacobacci.

 ¡¡¡Formó una hermosa familia junto a Luisa!!! ¡¡¡Sembraron Pico Truncado con un legado a fuerza de esmero y dedicación, así como muchos pioneros de la zona!!!

¡¡¡Hoy ya no están físicamente en este mundo y siento que es mi deber darlo a conocer que ellos viven en mi recuerdo y yo honro su memoria!!! La abuela Luisa hizo posible que yo pueda viajar al primer encuentro Patagónico de pre mini basquetbol en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa

Con el Club YPF junto a mi amigo y hermano de la vida Cacho Castillo. Soy eternamente agradecido a ellos.!!!!

 

 

 

 

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